lunes, 23 de julio de 2012

Llevar a Dios en el corazón
Si el hombre lleva a Dios consigo, no puede llevarlo tan oculto que no "se le note”; ese Dios íntimo, que penetra hasta lo más recóndito de su ser, debe salir a su exterior. Y así ese Dios hará que cuando el hombre tome conciencia de las maravillas de su vida, la convierta en una vida de maravillas. Maravillas de gracia y de amor; maravillas de generosidad y entrega; maravillas de donación y de ofrenda; maravillas de consagración y de comunión. Comunión con Dios y con los demás hombres; comunión con la naturaleza y con todo el cosmos. Con ese cosmos exterior que los rodea y con ese cosmos íntimo que vive en su interior. El hombre, así, se habrá convertido en un ser de profundidad, de dimensiones múltiples; así llegará a ser el constructor de sí mismo y el hacedor de un nuevo mundo, de un nuevo estado de cosas en el qeu reine el orden y la jerarquización de los valores. La conjugación del todo y de la nada es lo que constituye el secreto de la perfección.

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